Chorreaba la sangre


“Blood. The time was to come, when that wine too would be spilled on the street-stones, and when the stain of it would be red upon many there.” Charles Dickens no se refería a una calle en San Juan cuando escribió esto, sino a algún callejón en París durante la revolución francesa. Y sin embargo, la oración podría ser un titular en cualquiera de nuestros periódicos. Los parecidos con nuestra isla son impresionantes: un gobierno en bancarrota, el pueblo luchando contra los sinsabores de la pobreza, y el vástago del rey del sol le asegurándole a la aristocracia desde su palacio que “sí, sí, el país le pertenece a ustedes”.

Todos sabemos como terminó aquello. Cuando el hambre apretó, mataron al rey y Versailles ahora es un parque; ahora reinan la liberté, la égalité y la fraternité...la mayoría del tiempo. En Puerto Rico, no reina nadie desde la época de Agüeybana. Nadie excepto el miedo. Miedo al cuco y a los compontes, a la zafra y a las cesantías, a la “crisis fiscal” y al nivel del mar que poco a poco se va a tragar la isla. Tengo miedo de salir a caminar y que me asalten, me agredan, me violen o me maten. La misma fábula macabra repetida cientos de veces, como un “Padre Nuestro” en la iglesia. La violencia se ha convertido en la lingua franca de nuestro país, el idioma que nos oprime a todos: las jóvenes asesinadas temprano en la noche, los insultos en el tapón, la lluvia de balaceras, la fila del desempleo, “nombre y dirección de la persona que va a visitar,” preguntan los guardias. Mi nombre es Anyu y vengo a visitar a la Isla del Encanto, una isla remota en el Caribe que se pudre bajo el sol tropical.

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