France Telecom

Entro con la mirada bajita, tranquila, no vengo a pelear. Necesito ayuda, ustedes son los indicados. Son funcionarios y hay que tratarlos con guantes de seda. Los funcionarios son de cristal: se rompen.

Espero mi turno con calma hasta que me atienden, y les explico el problema. El celular que me vendieron vino defectuoso, se daño al cabo de una semana...Seguramente un defecto de fábrica, ¿no? Claro mademoiselle, usted tiene derecho a uno nuevo. Entonces empieza el vals; ese modelo no está disponible. ¿El otro? Tampoco. ¿Y este? No cualifica. El hombre me dice que me salga de su tienda. Me quedo tranquila. O todopoderoso funcionario de Orange, tu y sólo tu posees el poder para sacarme de este infierno que vivo sin celular. “Suivant s’il vous plaît” ¡No por favor, mire no me ignore, yo escojo uno rápido! No se digna ni a mirarme y me grita de nuevo, tal estuviéramos en un parque, que me salga de su tienda. Se acerca otro cliente, con una factura en sus manos, ofrenda a los dioses del celular.

Ni modo, voy a donde la otra vendedora; una Artemisa pero desmejorada que se ve cansada de tomar el metro 2 horas todas las mañanas para venir a trabajar. Sin embargo, en la tienda ella es etérea y a la vez poderosa, todo lo que la vida no le ha querido dar. Me dice (tal si estuviera vendiendo pasteles y no celulares): Ay mademoiselle, yo no le puedo decir nada diferente de lo que le ha dicho mi colega. (¿Por qué? ¿Comparten los mismos pensamientos?) O iluminada, sólo quiero que me arrope con un poco de su infinita bondad y que me ayude a comprar un celular nuevo porque la mierda que me vendieron se jodió. Claro mademoiselle, no hay problema. ¡Que raro que mi colega le dijo que no! A usted le toca uno nuevo, a condición de que extienda su plan dos años. ¡Dos años! Madame no todos tenemos el don de la inmortalidad como usted. Además, con un servicio al cliente tan pobre le prometo que cuando se acabe mi contrato de un año me voy con otra compañía. Artemisa restalla el celular nuevo que me iba a vender contra el mostrador (ya veo porque se dañan tan rápido): En ese caso mademoiselle no la puedo ayudar. Llame al servicio al cliente. De acuerdo. ¿Me puede dar su nombre para explicarle al servicio al cliente con quien hablé? Martine. ¿Martine qué? Martine y a usted no le compete mi apellido. Sí, ¿sino cómo la van a identificar los responsables del servicio al cliente? Soy la única. ¿En toda Francia? Eso es correcto.



En eso pasa el primero, una deidad secundaria, ni del panteón griego: Changó. ¡A esa no la atiendas que está loca, parece que no tiene nada que hacer y viene aquí “à s’amuser”! Ya se ha formado una gran fila de gente, y todos están mirando. A los franceses les encanta el teatro, sobre todo la tragicomedia. Salgo de la tienda...¡Ya verán, se van a chavar! ¡Voy a llamar al servicio al cliente! A veces se me olvida los dioses son todo poderosos, y yo no soy más que una simple mortal.

1 commentaire:

  1. Eso era para darles una paliza entre todos los que estaban en la fila à la Diego Salcedo. Me imagino que por teléfono te dan el mismo trato.

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